
Y del fracaso provocado, extraer los beneficios mediáticos a través de señalar ante la opinión pública que el PRI está anclado al pasado, conservador del status quo, sin definición ideológica, sin proyecto democrático. Siendo el panismo, el partido del cambio, del futuro.
La propuesta de Calderón parte de una premisa: en un sistema presidencial se requiere de un sistema bipartidista con un gobierno de partido con amplia mayoría legislativa; para eso hay que pasar artificialmente de la democracia concensual de 1996 a un modelo presidencial con mayoría legislativa artificial. Por eso la iniciativa busca cambiar la forma en que los votos se cuentan, el tamaño de los distritos electorales, reducir el número de diputados federales, operar con “candidatos ciudadanos” las preferencias partidistas y diseñar listas abiertas en la elección de senadores todo con la intención de emparejar al PAN con el PRI, por supuesto, con el aval del PRD. Los límites de la estrategia política de Calderón entonces están en el mensaje que envía al elector: sacrificamos la ideología para que no gane el PRI. Está manera de modelar el voto independiente es un error táctico, pues ni todos los votantes independientes son anti-priístas, ni todos los electores compran el discurso pragmático de hacer que el PRI pierda por los medios que sean. La división y el realineamiento del apoyo electoral, paradójicamente, puede darse al interior del PAN y del PRD.

Las corrientes neopanistas de Diego Fernández de Cevallos y de Vicente Fox han declarado que la alianza es una impostura ideológica. Los acercamientos de Fox con el priísmo veracruzano y los acercamientos de Fernández de Cevallos con el priísmo son evidentes. Del mismo modo, en la izquierda perredista, el respaldo de Cuauhtemoc Cárdenas a la CNC así como la buena comunicación de lo senadores perredistas con los senadores priístas abren la posibilidad de confeccionar un voto estratégico favorable al PRI.
Las apuestas están hechas; de cómo se definan las reglas del juego electoral depende el resultado del 2012. Al corte de hoy, la atracción que provoca el liderazgo político de Enrique Peña Nieto entre el votante independiente, priniciplamente en los jóvenes, sumado al voto consolidado de la estructura territorial priísta prefiguran una victoria en el año 2012. El voto duro priísta ronda por los 10 millones de votos, más 7 millones de mexicanos que han votado alguna vez por el PRI, más lo que coseche una posible candidatura presidencial atractiva para el votante independiente como puede ser la candidatura de Peña; sin duda, el regreso aplastatante del PRI posiblemente rebase con mucho los 17 millones de votos de 1994. Por esta razón, el PRD y el PAN buscan parar, como sea, la marea roja en los estados donde se juegan elecciones este año.


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